Sirvan estas líneas para dar las gracias a todas aquellas personas que lo han hecho posible y para que me sepan disculpar si me olvido de alguien. Gracias a quienes han participado en Perdidos. Un lugar para encontrar por la honestidad brutal de sus trabajos y por permitirme ser parte (pequeña, mínima, pero parte al fin) de su camino.
A Alberto García-Teresa por enseñarme que hay que atacar la vida a dentelladas. A David Trashumante por la intensidad de sus palabras y acciones. A Ángel Guinda porque sus versos me han acompañado una gran parte de la vida, aún sin conocernos.
A Ana Pérez Cañamares por dejarme mudo con aquel primer verso de la Alambrada. A Gsús Bonilla por ese corazón que, a modo de viga, sostiene la poesía. A David González por cambiar con su obra la poesía. A Felipe Zapico y a Choche por vaciar de soledad por momentos el trabajo de estas páginas con su amistad. A Vicente Muñoz Álvarez por regalarme la línea a seguir con la misma ética, estética y calidad de sus letras y actos. A María Sotomayor, Salva Rubio, Julio César Álvarez y Maica Bermejo por tanto cariño y generosidad. A José Ángel Barrueco por abrirme las puertas de ese universo maravilloso que es su familia y sus libros. A Carlos Odklas, Gabi Oca, Javier Vayá, Mario Crespo, Isabel García Mellado y José G. Cordonié por su confianza y enorme paciencia en tan larga espera. A Alana Portero ejemplo de fuerza y lucha.
A Nuria Ruiz de Viñaspre y Marcus Versus por su inagotable ayuda en la confección del libro y en tantos otros momentos mágicos.
A Álvaro Pichó por hacerme dueño de mi trabajo. A Marta R. Sobrecueva “BO”, eres tú. A Elena Román por verse tan pequeña siendo tan grande. A María Ángeles Maeso por su forma de luchar alzando la voz del silencio. A Javier Gm por ser un corazón andante. A Alicia Es Martínez por lanzar con fuerza y dignidad a tantas voces vivas y libres. A Óscar Aguado, hombre de hojalata, héroe, poeta. A David Benedicte por esos cafés periodísticos. A Rosana Acquaroni y José Manuel Lucía por hacer de la Universidad un espacio libre repleto de poesía.
A David Sarrión Galdón, aún me debes una sesión en la luna, astronauta. A Begoña Abad e Inma Luna por sus bellas (no)sonrisas tan necesarias para todos. A Jorge M. Molinero por ese precioso manual de la vida llamado Gominolas en los bolsillos. A José Naveiras y Silvia D. Chica por las fotografías de sus poemas. A Jesús Urceloy, María Eloy-García, Jesús Ge y Pepe Ramos por seguir usando el humor, cuando todos parecen haber perdido el sentido. A Antonio Orihuela y Eladio Orta por resistir año tras año con sus voces extremas.
A Fermín Alegre por contagiarme de la ingravidez del hombre y su apellido. A Irene X, Escandar Algeet y Carlos Salem por escribir para todos, es decir para nadie. A Carmen Camacho por descubrirme La Carbonería. A Sor Kampana por ser grieta. A Antonio Crespo Massieu por aquella mirada de ilusión al fotografiarle junto al piano de Lorca en Madrid.
A Adriana Bañares por todos los latidos cítricos y esquivos de la poesía. A Francisca Aguirre y Guadalupe Grande por dejarme reunir de forma tan entrañable en una sola imagen todas las generaciones de artistas de su familia. A Zoográfico Rodrigo por trabajar la poesía como el gran artesano que es.
A Esteban Gutiérrez, ¡cuánto corazón sale por esa garganta! A Begonya Pozo y sus lágrimas de todas las mujeres del mundo.
A Catalina Isis por recordarnos que Olvidar - Abandonar – Rendirse es la enfermedad del Ahora. A Pedro Verdejo por poeta y fugitivo de boc-Acción. A Matías Escalera por todo lo que tiene un poeta de ilusionista y escapista. A José Antonio Alva por esos abrazos en esos momentos. A Víctor López y Mónica Caldeiro por erizarme la piel y el alma. A Paloma Camacho por la calidez y el caos. A Trinidad Ruiz Marcellán por el espacio múltiple y la confianza. A Enrique Falcón por aquellas palabras en aquel recital de Madrid. A Maribel Tena García y Eva Gallud por esa mañana tan maravillosa que me regalaron. A Dolors Miquel por una presentación tan reivindicativa. A Eddie J. Bermúdez, Félix Chacón e Isaac Alonso por regalarme tanto cariño por las calles de Toledo. A Iris Almenara por resquebrajar para mí sus dos voces poéticas. A Ana Grandal por los reflejos y las conversaciones ochenteras. A Noni Benegas por romper éxitos y ruinas. A María García Zambrano, sólo por acercar mi corazón al de la pequeña Martina bien merece el esfuerzo de este y de otros mil libros más.
A Paco Ibáñez, Niño de Elche, Rafael y Salvador Amor, Silvio Rodríguez, Río Mutten, Carlos Ávila, Nuevenoventaicinco y Dyso por dar voz a quienes no la tienen y convertirse (casi de forma obsesiva) en mi banda sonora durante la confección de este libro.
A Joaquín Ortiz por unir. A José Flórez y Mar García por llegar. A Javier Grande por volver. A Chema Caballero por tratarme siempre como a un hijo. A Borja Donoso, Ángel Sáenz, Isabel Cristóbal, Julián Roa y Jorge Lacasta porque su amistad y su ejemplo me han empujado a seguir caminando hacia delante con mucha más fuerza. A Raúl Zúñiga y David Carvajal por ayudarme a abrir ventanas donde otros cerraron todas las puertas. A Ángel Pérez Mérida por sus palabras y ánimos que llegaron con alegre sabor al sur.
A la Facultad de Filología de la Universidad Complutense, Revista Urban, Harpo Libros, Ya lo dijo Casimiro Parker, Revista Cameraman, Frontera-D, Entretanto Magazine, Diario de León, El Hype Magazine, The Church of Horrors, Feliz El Cerdo, Último Cero, Revista Leer, Carmen Ochoa Bravo y Revista Viento Sur, Fiat Lux, Ángel Manuel Gómez Espada y El Coloquio de los Perros, a José María Cumbreño y a los festivales de poesía Centrifugados, Vociferio, FestiBabel y Voix Vives por hacerse eco del proyecto y apoyarlo en algún momento.
A la Residencia de Estudiantes (Madrid), Ateneo de Madrid, Casa de Vicente Aleixandre (Madrid), Instituto Sefarad (Toledo), Asociación El Despertar (Madrid), Biribó Teatro (Madrid), Raúl Lago y Sala Carme Teatre (Valencia), Los KM Barber Shop (Madrid), Los Diablos Azules (Madrid), Aleatorio (Madrid), El Alambique (Madrid), La Realidad (Madrid), La Carbonería (Sevilla), Disquería Rock & Roll (Madrid), Librería Antonio Machado (Madrid), La esquina del Zorro (Madrid) y La Fugitiva (Madrid) por cederme sus espacios generosamente para poder realizar los retratos.
A ti por haber llegado hasta el final de este libro.