Cantos del Moncayo

Cantos del Moncayo






Autor: Antonio Sagredo

Versión: Manuel Martínez-Forega

Edición bilingüe (italiano/castellano)


NOTA

Presentación


En el número 17 de la revista turolense Turia (junio 1991) presenté a un todavía inédito1 en España Antonio Sagredo acompa- ñado de veinte poemas traducidos por Inma Muro y Ángel Guinda. De aquellas palabras de presentación extraigo éstas que me confió el propio Sagredo en una carta del 4 de febrero de 19882 : Cosa dire di questa pallida Italia? l’italia dei poeti è una chimera! Il poeta italiano non è affato amato dagli italiani; come gli italiani non hanno mai amato la natura.

Ha sido quizá esta convicción la que le mantuvo durante bastantes años lejos, lejísimos, de las editoriales de poesía italianas. De hecho, Antonio Sagredo, excelente eslavista, traductor de poetas checos y rusos, doctor por la universidad Karolina de Praga con una tesis sobre el poeta simbolista checo Otokar Brˇezina, no publica hasta 2016 ni uno solo de sus poemas en Italia. Ha dado a la prensa y publicaciones especializadas otros trabajos, pero no poemas, hasta el punto de que sus obras aparecieron primero en España y, no hace mucho (Poems, New York, Chelsea Editions, 2015, con traducción de Sean Mark), en Estados Unidos. Antes, en 2003, vieron la luz en versión inglesa sus Legioni en Estados Unidos y Gran Bretaña.

En aquellos Poems Antonio Sagredo reúne por primera vez poesía desde sus orígenes escriturales en 1969 hasta sus últimas entregas en 2018 y 2019 previas a esta edición. Una selección que tiene de osadía la que se debe exigir a todo poeta consciente de que su camino literario ha transitado siempre por la senda de lo poéticamente inviolable: la convicción de serlo no porque sea la suya una elección abiertamente escogida, sino porque la Poesía lo escoge a él: lo busca, lo encuentra y –como dirá él mismo en su nota epilogal– establece con ella una relación de la que no puede escapar. Por lo tanto, para Antonio Sagredo ser poeta es una condición que se encuentra por encima de toda otra circunstancia y ha de mostrárnoslo seguro de sí mismo. No es común comprobar cómo el antropologismo histórico de la poesía de Sagredo, característica –entre otras– muy destacada de su obra forma parte de sí desde la entraña atávica –ab origine– de su escritura, desde la raíz primera, desde el primer trazo sobre el abismo blanco del papel. Entre el poeta nihilista que en 1969 decía no ser él ni saber nada de nada («non sono io / che cammino, non sono miei gli occhi / che m’ascoltano, non so nulla del Nulla») y el que en 2014 desaparece convertido en osamenta que se zafa de otros ojos: («Ma dai tuoi occhi estrassi, io, / cisterne di lacrime… e di ossa») sólo existe una imperativa diferencia formal. Baste este ejemplo para multiplicar por varias las similitudes características que singularizan a Sagredo desde aquel lejano 1969 hasta el más cercano 2014: metapoesia; un uso léxico a veces etimológico y, por tanto, críptico; la intrahistoria literaria italiana y europea; el irrenunciable sentido crítico frente a la historia, la religión o el Poder; la presencia de un Yo inequívocamente lírico que encuentra en el Poeta el arquetipo icónico en el que confluyen todos los valores de la verdadera escritura, pero también de sus búsquedas, incertidumbres y pérdidas; cierto gusto por el onirismo y la expresión alucinatoria, el sarcasmo, la irreverencia, la contestación e interpelación…

Todo este conjunto de caracteres conforman una síntesis pronta a señalar un perfil en el que destaca cierta misantropía y un escepticismo radical, y no únicamente acerca de la historia y de una sociedad que considera en su construcción anómala, sino incluso acerca de la validez de la palabra, de la perentoriedad con que designa una realidad que ha de ser reconstruida. Es, en cierta manera, un aventajado alumno de Nietzsche y antikantiano en el plano vital; es decir, en el convencimiento de que la vida no es un fin regido por la utilidad, ni el hombre es un fin en sí mismo, sino que ha de trascender su individualidad para ser un elemento transformador. Pero, claro, el lenguaje metafórico de Nietzsche tiene en el Romanticismo una de sus fuentes: la transformación cuyo impulso es una negación diacrónica connatural al principio sincrónico de los hechos: «Si todo es viejo aquí, abajo todo. Destruyamos todo a ver qué pasa», había dicho

Larra en 1836; «Acaso hemos venido al mundo sólo para destruirlo y de las ruinas levantar otro orden», dijo Ángel Guinda en 1981; «La realtà ha necessità d’essere pulita», dejó dicho en 2014 Antonio Sagredo. Y este talante estético, muy entrañado en su ser intelectual, seguirá abordándolo en sus entregas ya, por fin, italianas de 2016 (Capricci, Roma, GSE Edizioni); de 2018 (Il Giardino, Roma, GSE Edizioni); y de 2019 (La gorgiera e il deirio, Fasano, Schena Editore).

Desde esa perspectiva, entiende Sagredo la poesía como lugar de mediación intelectual, materializa una terminología intelectual e intelectualiza la percepción pesimista de un entorno social e histórico agresivo al que desafía. Es, en consecuencia, natural la adopción de un lenguaje interpelativo, incluso autointerpelativo (un «autodiálogo» habría dicho Clara Janés), cuyo propósito no es otro que preguntarnos sistemáticamente por qué y para qué hemos llegado hasta aquí si la historia, la literatura, la religión, el desarrollo técnico, las herramientas tecnológicas… han prestado muy poca atención al centro mismo de su razón de ser: el hombre (el Hombre): «Cantare la vita – io? / Per la memoria degli uomini?//» concluye preguntándose en 1969 en un hermosísimo poema autorreferencial que comienza «Morirò un giorno, lontano / dalla mia casa…» Víctima lírica de cuantos acontecimientos han marginado a ese hombre trascendental, la antropología histórica a la que me refería toma cuerpo en sí mismo; es decir, que la diacronía histórica es paralela a la suya propia y, si en el precoz poema sin título que comienza «Morirò…» hace referencia a este paralelismo, la coherencia ontológica que su obra posterior pone de manifiesto representa una prueba más de ser un corpus estéticamente inquebrantable cuando Antonio Sagredo se dirige a su alter ego para celebrar de nuevo al Hombre y, en cierto modo, la asunción de que también en la derrota se gana, como atestigua su poesía más reciente.

Cantos del Moncayo se inscribe en y reúne los caracteres morfoestéticos que vengo citando y constituye un auténtico regalo inédito en español hasta hoy. Escrito en 2005 en Italia, es producto, sin embargo, de una visita que el poeta había hecho ese mismo año a España y, más concretamente, a la Comarca de Tarazona invitado por el Festival Internacional de Poesía

«Moncayo» que ese año conmemoraba el IV centenario de la aparición del Quijote. En estos Cantos recorre Sagredo caminos poco explorados a través de un lenguaje en el que el símbolo desempeña una labor estética nuclear: la imaginería cristiana; la iconografía lumínica; la toponimia literaria; el nominalismo mitológico; el sarcasmo; la irreverencia de un lenguaje sin concesiones ornamentales, duro a veces, cruento, desnudo, críptico en ocasiones... que persigue, en cierta manera, deconstruir el idealismo de los fundamentos religiosos y literarios, en este caso tomando como ejemplo y guía a nuestro ‘Ingenioso Hidalgo’ sin que por ello deje de testimoniar su profundo amor por nuestra literatura (Sagredo es, dicho sea de paso, lector entusiasta de Lorca, de Juan Ramón, de Machado, del Quijote, claro…).

En definitiva, Cantos del Moncayo es poesía de alto nivel de un autor entroncado con la mejor tradición moderna e innovadora de la estética italiana; homónimo del íntimo amigo de Galileo,

Antonio Sagredo sustenta dentro de la poesía italiana su mejor corriente onírica, irracionalista, crítica, en cierto modo críptica y, claro, no exenta de la imaginería simbolista al margen de la célebre tríada vigesimonónica representada por Eugenio Montale, Giuseppe Ungaretti y Salvatore Quasimodo.


Manuel Martínez-Forega

Tarazona (Casa del Traductor), octubre de 2021



Nota Biográfica

Antonio Sagredo

Foto: Enzo Ferrari


Antonio Sagredo (Lecce, Salento, 1945) vive en Roma. Doctor en Filología Eslava, es un profundo conocedor y fecundo reseñista y estudioso de la literatura rusa (Mayakovski, Pasternak, Mandelshtam, Tsvetáyeva) y checa del siglo XX (en especial de las obras Josef Kostohryz y de Otákar Brˇezina –autor sobre el que versó su tesis doctoral–, pero también de la llamada «Generación Poetista» checa, coetánea de la G-27 española, a la que, entre otros, pertenecen Vladimír Holan, Jaroslav Seifert Viteˇzlav Nezval y Frantisˇek Halas). Íntimo amigo de Carmelo Bene y autorreconocido deudor del magisterio de Angelo Maria Ripellino, dedicó al teatro buena parte de su vida. Sus poemas no fueron publicados en Italia hasta 2016 (Capricci, Roma, GSE Edizioni), pero sí lo hicieron por primera vez en España: el poema «Yo que a la paloma niego el vuelo» apareció en los Pliegos de creación Malvís, número 1, Madrid (1988). En 1991, y con presentación de Manuel Martínez Forega, el número 17 de la revista Turia ofreció una muestra más amplia de su poesía y, en 1992, con traducción de Inma Muro y Ángel Guinda e introducción de Martínez-Forega, Lola Editorial presentó sus Tortugas en la colección «Cancana» (nº 5, 1993). También en Lola Editorial, esta vez en su colección «Libros de Berna» (nº 8, 2001), aparece Poemas, cuya selección y traducción corrió a cargo de Joaquín Mateo Blanco. Por fin, la traducción inglesa de sus Leggioni apareció en Estados Unidos y Gran Bretaña en 2003.

Más tarde llegarían Il Giardino (Roma, GSE Edizioni, 2018) y La gorgiera e il delirio (Fasano, Schena Editore, 2019).


Manuel Martínez-Forega (Molina de Aragón, Guadalajara). Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, cursó también estudios de Derecho y de Filología Románica. Poeta, ensayista y traductor, ha publicado más de treinta y cinco títulos en esas disciplinas (su bibliografía completa puede consultarse en http://www.biblioforega.blogspot.com.es/).

Ha traducido a V. Holan, J. Kostohryz,, F. Halas, A. P. de Mandiargues, F. Villon, «Molière»; Ariel Kyrou; traducido, introducido y anotado la edición canónica de Monsieur Teste de Paul Valéry (1998, 2013) y la antología Los poetas malditos de Paul Verlaine (2018). Ha dado a conocer en español al poeta simbolista Laurent Tailhade (Vidrieras, 2018). Es autor además de numerosos ensayos y artículos de crítica literaria y de arte, recogidos, respectivamente, en los cinco volúmenes de El viaje exterior. Ensayos censores (2004, 2005, 2020 y 2021) y en Sobre arte escritos, sobre artistas (2001). En 2019 apareció su ensayo divulgativo sobre la obra de León Felipe: León Felipe: de la soledad española al definitivo exilio mejicano (1884-1938).

Ha prologado o epilogado la obra de, entre otros, Ángel Guinda, Alejandro Céspedes, Miguel González Garcés, Mohsen Emadi, Carlos Vitale, José Luis Corral, Mariano Castro o José Verón Gormaz, además de un buen número de ensayos y antologías poéticas.

Fundó en 1985 la colección de poesía «La Gruta de las Palabras» de Prensas Universitarias de Zaragoza y, en 1984, co-fundó el programa «Poesía en el Campus» de la universidad zaragozana.

Está incluido en diferentes antologías poéticas de España y del este de Europa, y su obra está traducida al checo, búlgaro, rumano, ruso, italiano, alemán, inglés y al portugués.

Fue finalista del Premio Nacional de la Crítica en 2009. Posee el Premio Búho a la labor editorial y el Premio Imán de la Asociación Aragonesa de escritores a la trayectoria literaria. También obtuvo el Premio de Poesía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1986), el internacional «Miguel Labordeta» de Poesía (2005), y el Premio Poesía de Miedo (2009).

Es campeón de España de pesca en la modalidad de «Salmónidos-lance» (Arriondas –Asturias–, 2007).

Fue Secretario General de la Asociación Aragonesa de Escritores (2008- 2016).

https://www.facebook.com/manuel.martinezforega

https://forega2013blog.wordpress.com

https://forega2013blog.wordpress.com/acerca-de-mi/

Don Chisciotte ha l’artrosi: il menisco del deserto

è pure una vergogna per il suo cammino e il suo bacile.

Come resero folli i suoi sogni i Libri della Cavalleria!*

Il suo cuore era miniato come i libri del Medioevo!

Le quattro labbra di Dulcinea come mulini a vento

furono il sudario di marmo delle sue imprese erotiche.

La finzione eretica fu il trionfo di Santa Clitoride.

Dulcinea, la Bella, soffriva di visioni in fotocopia,

fu una femmina fatale, cavaliera, esperta di aste armate.

Su una veronica tracciò i punti cardinali

–ah, anima candida!– dei suoi viaggi erogeni.

Pianse la Colomba nell’alcova-pietre!

Era tranquilla, statuaria come una Iside sedotta dai misteri,

lubrificava di continuo le sue quattro ali,

perché potessero le sue ginocchia sacrileghe

sollevare il Cavaliere in alto –pozzo o luna–

e abbattere i malleoli del suo Minotauro!

*Variante: per i suoi sogni, folli i Libri della cavalleria!


Don Quijote tiene artrosis: el menisco del desierto

es también una afrenta para su aventura y su bacía.

¡Como lo son sus sueños delirantes por los Libros de Caballerías!*

¡Su corazón era miniado como los libros medievales!

Los cuatro labios de Dulcinea, como molinos de viento,

fueron el sudario de mármol de su aventura erótica.

La ficción herética fue el triunfo de San Clítoris.3

La Bella Dulcinea padecía alucinaciones en fotocopia,

fue una mujer fatal, experta amazona armada de venablos.

Con una verónica trazó los puntos cardinales

–¡ah, alma cándida!– de sus viajes erógenos.

¡Gime la Paloma en el nicho-piedra!

Estaba tranquila, inmóvil como una Isis por el enigma seducida,

continuamente lubricaba sus cuatro alas

para que pudieran sus sacrílegas rodillas

alzar en alto al Caballero –vacío o luna–

¡y abatir los maleolos de su Minotauro!