Oscuridades

Alejandro Valero


 Oscuridades

Solapa

Una de las grandes virtudes poéticas de Alejandro Valero es su capacidad para convertir, como pedía Rilke, «la angustia en cosas», esto es, en bellos arte/factos perdurables. Cada poema de Valero es una obra de arte abierta y cerrada al mismo tiempo. Abierta a todas las vibraciones que esa flecha, lanzada a los adentros de sus posibles dianas, pueda provocar al clavarse en ellas. Cerrada porque, lejos de conformarse con arrojar sobre la mesa, de cualquier manera, un puñado de sentimientos o de reflexiones más o menos personales, Valero, como todo gran poeta, estructura, articula lo que siente y lo que piensa, lo que da y lo que recibe en una forma poética, plástica y musical a la vez. Y eso después de haber cribado en su interior lo que siente al pensar y lo que piensa al sentir. De ahí la excelencia y la transcendencia de lo que dice y de cómo lo dice.

Xoán Abeleira

POEMA

Los muertos


A menudo olvidamos que los muertos

también nos pertenecen. Les brindamos

un asilo perpetuo en nuestra casa

y nos duelen callados muy adentro.


Están allí, rememorando fechas,

recreando los actos de una vida

que compartieron vivos con nosotros,

resistiendo el olvido que las horas


se empeñan en forjar férreamente,

e intentando llegar hasta nosotros

desde los intersticios de la nada

con un leve rumor en los oídos.


Los muertos edifican su silencio

sobre nuestras palabras desgastadas.

Son el eco que vibra en nuestras voces,

que siempre reverbera en nuestro pecho.


Nota Bibliográfica:

Foto: Ángel Luis Benito

Alejandro Valero nació en Badajoz en 1959 de familia zaragozana, pero lleva viviendo muchos años en un pueblo de Madrid, junto a la Sierra de Guadarrama. Licenciado en Filología Inglesa por la Complutense, ha traducido a los grandes poetas de lengua inglesa Keats, Shelley, Ashbery, Tomlinson y Brodsky, así como a narradores de la talla de Poe, Wilde, Dickens, Steinbeck, Walpole y Chesterton. Como poeta, ha publicado los poemarios Enfrentamientos, en 1993, y Contra Rilke y otros poemas, en 1998, además de los cuentos en verso de El rey Tarugo, en 1997. Durante todo este siglo ha estado escribiendo lenta y reposadamente los poemas de Oscuridades, un libro de madurez que ahora presenta a los lectores con la misma incertidumbre con que fue escrito.