Atado a la palabra

Antonio Pérez Morte

Atado a la palabra

Notas

A veces la vida nos parte en dos, en mitad de una tienda

de discos, escuchando las cien canciones que un hombre debe

llevar en su corazón si es limpio y grande como el de Antonio.

Me explota en la boca el recuerdo de aquel poema suyo: Vivir

es ver morir.

Yo soy Antonio Pérez Morte, un vaso de utopía, un ciervo

perdido que nos mira a los ojos, que viene de muy lejos, que

dice la verdad y se la cree. La noche se ha alargado demasiado

o ha sido veloz y breve como la vida, como el corazón de una

mudanza. Pero estamos demasiado despiertos para rendirnos.

(fragmento

Ángel Petisme

Este manuscrito póstumo es un vibrante testamento de providencia y de pálpito, con doble vertiente de reconocida deuda: Beckett en un costado, Cioran en el otro. Ciertamente, Atado a la palabra (con una indispensable glosa previa: Libre de nada) alude a una verdad plenamente asumida por Antonio: él era consciente de la recia urdimbre que enlazó su corazón con la disciplina de la escritura, desde y para siempre. Tras leer estas páginas, me reafirmo en la certidumbre de que esta sujeción entre nuestro poeta y la palabra fue, sencillamente, maravillosa: jamás como el vil grillete con el que el carcelero aherroja a un reo, siempre como la sutil alianza que, con todo amor y voluntad, deviene esposa.

(fragmento)

Gabriel Sopeña.

Nota Biográfica

Antonio Pérez Morte (Zuera, 1960 - Sabiñánigo, 2013)

Poeta, escritor, articulista y crítico, desde muy niño sintió la pasión de la poesía, comenzó a leer y a recitar a la temprana edad de 7 años, cuando gracias a Abel, su primer maestro, descubrió la obra de autores como Vicente Medina, a quien puso voz en un festival escolar celebrado en el desaparecido cine Rif de Zuera, en el invierno de 1967.

Doce años después y tras una etapa de lectura y creación frenética el adolescente comprometido y solidario en el que se ha convertido ha establecido sus primeros contactos con personalidades sociales y culturales que serán no sólo grandes amigos, sino maestros inseparables en el camino emprendido.

Es en el año 1979 cuando publica su primer poemario (de forma artesanal y autogestionada), su primera plaquette Arrancando Del Silencio. Los medios de comunicación aragoneses y nacionales se hacen eco de ello dedicándole destacados espacios en radio y televisión. Los poetas Manuel Pinillos, Luciano Gracia y Guillermo Gúdel -entre otros- apuestan por su obra todavía en agraz, que empieza a cobrar vida entonces en voces tan populares como las de Ricardo Arnó, Pilar Delgado, Luis del Olmo o Paco Valladares. A principios de los años ochenta, da tres nuevos títulos a la imprenta: Sombras Incompletas, Un Paso Más y Huellas, -todos autoeditados- que editará de forma conjunta junto al primero de todos (Arrancando del Silencio) en 1982.

En 1986 llega Brotes, a escasos versos del alcohol contra la tarde; uno de sus poemarios más conocidos y quizás uno de los más atractivos, incluido en la legendaria Colección Poemas Zaragoza, prologado por José Antonio Labordeta e ilustrado por el prestigioso pintor José Luis Lasala.

A partir de 1986, Antonio, que ya había comenzado a colaborar en diversos medios escritos y radio, continúa con esa labor más cercana al periodismo que a la poesía, aunque no deja de colaborar en ningún momento en publicaciones culturales y literarias, en las que poco a poco irá apareciendo su obra nueva. Su firma ha aparecido en publicaciones tan distintas como Andalán, El Independiente (1989-1991), Rolde: revista de cultura aragonesa, Trébede, Siete de Aragón, Qriterio, Heraldo de Aragón, El Periódico de Aragón, Cuadernos del matemático, Aragón en Portada, El Alambique...

Ya en el siglo XXI, las muestras más recientes de su obra son Escombros (Poemas 1978 - 2008) editado en 2011 y reeditado por su hijo en 2014, De Puño Y Letra (editado digitalmente) y su último libro: Cuerpos de Luna (Editorial Celya, 2013), prologado por Luis Eduardo Aute.

Antonio falleció dos días después de que Cuerpos de Luna, su último libro fuese editado, el 13 de marzo de 2013.

Foto: Archivo familiar