El almendro amargo
Edición conmemorativa de los 50 años de España en libertad
Del desencanto a la frustración mediaba ya poca distancia. Recorrida gracias a episodios como la denuncia por blasfemia y escándalo público que recibía, en julio de 1986, debido a los versos titulados «Guinda del espermento», con los que completaba un mural del artista Alejandro Molina en el Café de la Infanta de Zaragoza. Mucho se mitifican los años ochenta como espacio de libertad, que sin duda lo fue, pero también de jeringuillas, reconversión industrial y persistencia nacionalcatólica a cargo de la Gente de orden, como la denominaba con acierto Eloy Fernández Clemente. Son exactamente esas mismas gentes y sus herederos los que ahora se llenan la boca hablando de generaciones de cristal, de ofendiditos y de cultura de la cancelación. Obviamente ya no se refieren a las ofensas a los sentimientos religiosos, sino a otra clase de conductas que, por fortuna, en la actualidad remiten directamente al código penal. A ese mismo año de la segunda mayoría absoluta socialista y del Mundial de México –con gol inolvidable del zaragocista Señor contra Bélgica– corresponde la escritura de El almendro amargo. El texto fue puesto en escena por el grupo poético El Silbo Vulnerado, pero nadie quiso lanzarse a publicarlo en España, y tuvo que aparecer al otro lado del charco en 1989, en la Argentina que intentaba a su vez recuperarse a marchas forzadas de sus propios exilios y amarguras. Quizá el juicio por blasfemia, que se saldaba con un breve arresto domiciliario y unos miles de pesetas de multa, había servido de aviso para navegantes. En cualquier caso, aceleró la frustración del poeta y una mala vida nocturna que le dirigía peligrosamente «a morir en vida». Cómo esperas que te quiera, siempre heroica e inmortal Zaragoza, debió preguntarse entonces Ángel Guinda, veinte años antes de que lo hicieran Ixo Rai!, y pasó a abandonarla aunque siguió teniendo el mar lejos, puesto que se instaló en Madrid a la búsqueda del anonimato perdido. Allí volvió a pedir que le repartieran cartas, preferiblemente no de esa baraja «con las espadas en alto, reyes bajo palio, copas rotas, oros en las casas de los ricos, bastos en la hoguera de los pobres». Hasta enero de 2022 siguió jugando sus bazas, revalorizada felizmente de manera progresiva su obra y su figura. Así, en feliz desacuerdo con el poeta, que dejaba escrito que «estéril es la memoria», la editorial Olifante ha tenido la magnífica iniciativa de rescatar de la hoguera del olvido a este viejo árbol batido por el viento. Sus frutos resultarán sin duda mucho menos amargos.
(fragmento)
En 1987, El Silbo monta el espectáculo ¡Más margen, malditos! Tres poetas de hoy: Guinda, Panero, Irigoyen en Zaragoza, donde los tres poetas –Ángel Guinda, Leopoldo María Panero y Ramón Irigoyen– se reúnen esos días con el grupo. El primer acto de la obra sería El almendro amargo, de Guinda. Tremendismo barroco. Comentaremos algo de la gestación, que lo fue tanto para su lectura en libro como para su interpretación en escena. El almendro amargo no era en aquellos días el título que se manejaba, pues –aunque fuera provisional– decíamos Contra España para referirnos al texto de Guinda que, por otra parte, iba corrigiéndose en el proceso del montaje.
No sé si el título definitivo tuvo que ver con que, tras uno de los ensayos, Leopoldo –que disfrutaba con el texto de Ángel– dijera que él también iba a escribir contra España. Nos dio unos avances de versos, personajes e ideas que podrían conformar ese libro, que vería la luz tres años más tarde (Contra España y otros poemas no de amor, Ediciones Libertarias, 1990). Puede que esa determinación de Leopoldo indujera a Ángel a cambiar el título. También pudo influir la opinión de otros, porque esos días muchos amigos cualificados asistían a los ensayos.
Ángel pasa muy buenos ratos con Leopoldo y con Ramón Irigoyen, haciendo tertulias en los bajos del Teatro del Mercado. Pero la alteración por el estreno, el coprotagonismo y algunos momentos asfixiantes… desequilibraban. Cualquiera de mis compañeros/as de reparto podría relatar las alteraciones de su ánimo, también los colaboradores: Trini, Lahoz, Túa, Saldaña, Abán, Guerrero, Julián, Trillo, Santolaya, Lou… Íbamos de tumbo en tumbo. Horas antes del ensayo general, yo estaba sujetando a Guinda en la calle Alfonso porque se había provocado un incidente con monjas, y el poeta participaba con toda la fuerza de su voz, que era mucha. Del estreno y sus alrededores, y de otras incidencias de aquellos días, se habla en sendos capítulos de los libros El contorno del abismo. Vida y leyenda de Leopoldo María Panero, de J. Benito Fernández (Tusquets, 1999; nueva edición en Anagrama, 2023), y Prosas encontradas de Leopoldo María Panero (edición de Fernando Antón, Visor, 2014).
En 1983, Manuel Martínez-Forega había escrito Ángel Guinda: Pus esplendoroso del cielo (editorial Al Margen), un prolijo y magistral estudio de la transición entre Vida ávida y Crepúscielo esplendor. Cito sus epígrafes: «Vitalismo y romanticismo», «Presencia de la muerte en rebeldía», «Amor, autobiografismo y didactismo», «Lo infernal» y «La belleza». Creo que son reveladores de la imaginería que nutría al río de Guinda. Río que habría de desembocar en El almendro amargo. En la versión escénica, El almendro amargo se recreó como «oratorio». Con oficiante, acólitos, elementos simbólicos y un eje musical que articulaba todo. Aquello que Forega señalaba como lo sustantivo en Crepúscielo esplendor se mantenía aquí: vitalismo, avidez sensorial, autodestrucción, rupturismo moral, ruptura sintáctica… Su obsesión por literaturizar la vida llevaba tiempo convirtiéndose en algo peligroso, pues el poeta sólo buceaba en la parte oscura de su alma oceánica. «Escribir como se vive» era su lema. Y la transmutación de ángel a demonio era frecuente y quemaba a quienes andaban con él. Así, España, simbolizada en la mujer que anda entre las cajas, era el objeto de sus imprecaciones diabólicas en el texto; y la mujer, simbolizada en España, sus acciones más diabólicas en la vida. (Tras su divorcio y traslado a Madrid se apagaría el fuego, pero ahí quedaron esos versos testigos del infierno).
Escribía Forega:
La actitud satánica de Guinda entraña también rebelión, pero rebelión total, no restringida a una violación encuadrada exclusivamente en el cristianismo, sino que afecta a toda la realidad: Dios, Estado, sociedad, instituciones… Rebeldía que conecta con una vehemente voluntad de libertad que sólo la pasión de un romántico podía invocar.
¡Más margen, malditos! se representó también en Buenos Aires y cabe decir que la parte de Guinda fue la más celebrada. Alguien dijo: «Muy buenos los tres, pero en la tierra del psicoanálisis lo de Irigoyen, con el padre, y lo de Panero, con la madre, parecen cosas sabidas. Ahora, lo de Guinda es una novedad peligrosa, pues como alguno lo imite por acá, lo meterán preso». En el año 89 Carlos Vitale editó allí el texto de Guinda bajo el título El almendro amargo, con partes añadidas a la versión escénica. A los pocos días del estreno, el 4 de marzo de 1987, se celebró el famoso juicio contra Ángel por un mural en el Café de la Infanta, que regentaba Alejandro Molina, también encausado. Mucha gente, entre ellos Leopoldo, les acompañó en el trance. El caso, que fue noticia nacional, acabó sobreseído. El siguiente curso Ángel se trasladó a vivir a Madrid. Fue un cambio salvador, para él y para sus acólitos. En un instituto de Alcorcón desarrolló un programa experimental en la enseñanza de Literatura: la historia inversa, de hoy hacia el pasado. A reforzar el invento acudieron El Silbo y algunos autores y artistas de los «Madriles».
En Madrid, el poeta –que no olvida la experiencia de Miguel Labordeta– va a ser más autor que juglar. Es decir, sus intervenciones públicas serán más ortodoxas: silla, mesa, acaso atril. Distinto será cuando la organización del acto corra a cargo de Olifante. En esos casos, Trini y Ángel optaban por dividir el acto en dos partes, la oficial y la artística, con intervenciones diversas, no sólo de recitadores y músicos, también de bailarinas y artistas plásticos. Entonces, las provocadoras palabras de Guinda quedaban enmarcadas en su papel de autor. A veces algún juglar zaragozano se desplazaba a la capital para acompañar al poeta en sus lecturas en la Biblioteca Nacional o en el Ateneo, y acabar recitando en El Alambique aquellos versos de juventud que ya no representaban su obra, aunque el poeta no objetara –más bien, al contrario– las interpretaciones ajenas. Ángel compartió su vida madrileña con frecuentes salidas, muchas a Zaragoza, para conferencias, recitales y presentación de libros. En esas visitas, los juglares aprovechaban para invitarle a participar en festivales, a veces solemnes, a veces marginales. Valderrobres, Remolinos, parque Delicias… No olvidaba su vena juglaresca, y entre sus lecturas desarrollaba «acciones poéticas» a lo Yoko Ono.
Otro poema hecho canto fue «Adamar», que aparece en el disco Con la voz a cuestas (Prames, 2001), donde José Antonio Labordeta canta con María José Hernández, autora también de la música. En los veranos del nuevo siglo, la afición disfrutaba de su presencia en la Feria del Libro de Soria, Expoesía, y en el Festival Internacional de Poesía Moncayo, donde era alma fundamental junto a Trini y Marcelo Reyes. Aunque este festival dejó de celebrase tras quince ediciones, Olifante y su cuadrilla han seguido encontrando motivos para celebrar la poesía en el Moncayo, a la sombra de Bécquer. En la cabeza de quien esto escribe martillean versos de Machado que pidió le recitara Trini en el lecho de muerte. Y su pregunta a ella y a su última esposa, Raquel: «¿Quién me cerrará los ojos?». Y ya se acaba el papel. Y ya se acaba la tinta.
Luis Felipe Alegre
(fragmento)
Fotografía: Daniel Pérez
Ángel Guinda (Zaragoza, 1948-Madrid, 2022) fue autor de los poemarios Vida ávida, El almendro amargo, Canto corporal, Conocimiento del medio, La llegada del mal tiempo, Biografía de la muerte, La voz de la mirada, Toda la luz del mundo, Claro interior, Poemas para los demás, Materia del amor, Espectral, Caja de lava, (Rigor vitae), Catedral de la Noche, Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones y Aparición y otras desapariciones (recogidos en el volumen Vida ávida. Poesía reunida 1970-2022, Olifante, 2025), de la poética Arquitextura, de los manifiestos Poesía y subversión, Y poesía ni contracultura, Poesía útil, Poesía violenta, Defensa de la dignidad poética y Emocionantismo y de los ensayos El mundo del poeta. El poeta en el mundo y Leopoldo María Panero. El peligro de vivir de nuevo. Libro de huellas recoge sus aforismos. Introductor en España de la poesía de Cecco Angiolieri, Teixeira de Pascoaes y Augusto dos Anjos, tradujo también a Àlex Susanna, Florbela Espanca, Ana Cristina Cesar y José Manuel Capêlo. Asimismo, tradujo a Paul Éluard bajo el seudónimo de Isabel Castet. Rada Panchovska llevó Vida ávida al búlgaro (Sofia, Próxima-RP Ediciones, 2006) y Manuele Masini Claro interior al italiano (Pisa, Edizioni ETS, 2009). Toda la luz del mundo fue traducido a todas las lenguas del Estado español, a las de la Unión Europea, al latín y al turco. El mundo del poeta. El poeta en el mundo ha sido traducido al francés por Geneviève Baudry. En antologías y revistas literarias se encuentran poemas de Ángel Guinda traducidos al árabe por Ahmad Yamani y Abdul Hadi Sadoun, al gascón por Sèrgi Javaloyès, al portugués por Giselle Unti, al rumano por Elisabeta Botan, al húngaro por Márta Patak, al iraní por Mohsen Emadi, al polaco por Marta Eloy Cichocka y al euskera por Tere Irastortza. Su poesía aparece representada en diversas compilaciones, como Antología de la poesía aragonesa (edición de Ana María Navales, Librería General, Zaragoza, 1978), Poesía aragonesa contemporánea (edición de Antonio Pérez Lasheras, Mira, Zaragoza, 1996), Metalingüísticos y sentimentales. Antología de la poesía española 1966-2000: 50 poetas hacia el nuevo siglo (edición de Marta Sanz Pastor, Clásicos Biblioteca Nueva, Madrid, 2007), 4 gatos. Otras voces fundamentales en y para la poesía española del siglo XXI (edición de Agustín Porras, Huerga & Fierro, Madrid, 2009), Avanti: Poetas españoles de entresiglos XX-XXI (edición de Pablo Luque, Olifante, Zaragoza, 2009) o Poesía Hispanoamericana actual y Poesía Española contemporánea (edición de Leo Zelada, Lord Byron Ediciones, Madrid, 2011), así como en numerosas revistas y publicaciones periódicas. Su obra ha sido estudiada por Manuel Martínez-Forega, Miguel Ángel Longás, Germán Labrador Méndez, Alberto García-Teresa, Enrique Ester o Luis Gracia Gaspar, entre otros. Obtuvo diversos galardones en reconocimiento a su trayectoria de creación literaria, como el Premio Pedro Saputo (2002), el Premio Imán (2012) o el Premio de las Letras Aragonesas (2010). Con Espectral y Caja de lava fue finalista de los premios de la Crítica (2011) y Nacional de Poesía (2012), respectivamente. En 2023, la Asociación Aragonesa de Editores reconoció su labor como editor con un premio póstumo, y en 2025 la Plataforma de Poetas por Teruel concede el premio honorífico a Mejor Libro del Año en los Premios de la Crítica en Aragón a la poesía reunida de Ángel Guinda. En su memoria se convocan dos premios de poesía: «Glorieta Ángel Guinda», por la Asociación Literaria Rey Fernando de Aragón en el barrio del Actur de Zaragoza, y el «Premio Internacional de Poesía Joven Ángel Guinda», por Olifante. En 2011 David Francisco realizó la película documental La diferencia, sobre la vida y obra de Ángel Guinda, y en 2025 ve la luz Las claves de lo oscuro. Biografía de Ángel Guinda (Olifante), un trabajo del periodista J. Benito Fernández. La bibliografía completa del autor puede consultarse en las siguientes
páginas web:
¡No soy de este país que llamo Extraña!
¡No soy mío tampoco!
Me estoy haciendo dos hombres:
uno el que bebe y mata y nunca muere,
y otro aquel que vive la muerte que le dan.
España es una taberna de lujo
que tiene reservado el derecho de admisión:
de la que siempre son echados los borrachos,
que cantan y se tambalean
como la tierra, el mar y las estrellas.
España es una olla a presión, ruedo solar,
una mano de sangre encarnizada.
Nunca quise llamarla por su nombre,
y si lo escribo ahora es con el odio
y la venganza de la poesía.
España es una montera caída boca arriba,
un tatuaje de sangre, hiel y luz;
torre del nepotismo y los favores
pagados por debajo de la mesa,
baraja con las espadas en alto:
reyes bajo palio, copas rotas,
oros en las casas de los ricos,
bastos en la hoguera de los pobres.
Quien no ha comido hambre alguna vez
no sabe del sabor que tiene el pan;
quien no ha bebido sed nunca podría
embriagarse con agua, ignora
que el único placer sin precio aquí
está en el sexo consigo mismo.
Yo no daré mi vida por España;
sí por una palabra, una cópula a muerte,
una botella del mejor vino de la peor uva
pisada por los pies más oprimidos.
Porque un país que mata a sus poetas
no merece vivir. ¡España!
Nunca veas en la luz un don del cielo,
ni mires la sombra como castigo de los infiernos;
no hagas de los vientos látigos de resquemor,
arroja tu orgullo al mar, tu envidia, tu pereza.
Piensa en la nada construida
sobre tus campos abandonados;
piensa, que el pensamiento mortifica;
y sufre hasta la convulsión del limo
y la pureza del relámpago:
porque un país que envejece a sus jóvenes
no merece vivir.
Cuando me miro
–desencajado por tan negro fuego de alcohol–
y no me reconozco, a ti te veo.
En la frente llevo terremotos,
tambores con dolor de trueno;
en mis manos estrangulo el temblor
de las copas vacías con mi rostro, náufrago,
solo en su fondo
que una grúa no podría sacar.
España es una fachada del sol
sin restaurar y mal vendida,
un castillo en el aire con murallas de agua,
olivo con raíces en el cielo.
Hablar en esta Entraña es un monólogo:
porque un país que censura a sus creadores
tonsurado está de destrucción.
Un día don Quijote saldrá de Sancho Panza,
y su conciencia será un tribunal severo y justo.
Para vivir aquí hay que estar ebrio,
estatua, tumba, marioneta, páramo;
para vivir aquí hay que ser humo,
¡para nacer aquí hay que morirse!
Roja es mi sangre como el vino tinto,
si me corto las venas y me bebo
tendré vértigos y volveré a ver doble;
esto es España: un delirio a solas.
España es la gran ruleta ibérica,
catedral del azar en la que todo
se juega a impulso de arrebato.
Quien maneja el engaño con astucia
burla el peligro de estar vivo.
España es una corazonada
que nubla la razón y estalla el grito,
cuida su roña como oro en puño
segura de que el futuro ya pasó;
un vodevil con procesión de luto.
Lanzo mi rabia contra esta Espadaña
de campanas con cabezas por badajo:
porque un país que desprecia a sus cómicos
sólo se ensaya para la tragedia.
España, acércame ese cáliz
que guarda la sangre en llamas del sol:
quiero arrojártela a los ojos
más que una blasfemia de amor, que es violencia.
Pero no, no era un cáliz
sino una corola en espiral de espinas;
y no era un cáliz, no, ni una corola:
es esta copa en la que estoy bebiendo,
con cruel lucidez embriagadora,
toda la muerte de la madrugada.
Cuando aprieto mis sienes con los puños
me supuran fuego los oídos;
cuando mis párpados grapo a dentelladas,
–solo y a oscuras en mi habitación–
invoco a Belcebú, y la garrafa del sufrimiento
vierto sobre la misa en la que apoyo mis codos
consagrados al mal, hermoso
más que un mapa de la gran Patraña.
Existe Dios si Dios es cada uno
y uno nace a morir en vida.
Por eso mato todo cuanto nazco.
No creo en nada que no se destruya
en su propia creación efímera.
España es un dado caído de canto sobre el horizonte.
Llueve; siempre estuvo nubeando
en mi país, esquela pentagonal.
Porque un país que incendia sus pulmones
bocanadas de féretros respira.
Ya me callo, ya en lo hondo
esculpo el hacha de lengua incandescente
a puñetazos de odio enamorado.
¡España!: leche de almendra amarga,
fiel desayuno de mis nochedías.